Estaba muerto de asco, hojeando el Marca, cuando se abrió la puerta trasera derecha. Entraron tres tipos.
—Siga a esa estrella.
—¿Qué…? —El taxista no acabó la frase; de repente, sintió que el pulso le iba a cien—. ¿Son… son los… los Reyes Magos?
—No, somos paparazzis —contestó Melchor.
Quiero que tu testamento diga que éste me lo dejas en herencia a mí. Por favor.
ResponderEliminarHecho.
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