Cuando golpeaba su mejilla izquierda con la palma de mi mano derecha, ella gritaba:
—¡Mi hija!
Cuando golpeaba su mejilla derecha con el dorso de mi mano derecha, ella gritaba:
—¡Mi hermana!
Era un curioso reflejo de características pavlovianas cuyo origen me resultaba desconocido.
En cierta ocasión, se me ocurrió introducir una ligera variante: la golpeé de las dos formas (derecho y revés) de manera seguida.
—¡Tu puta madre! —gritó al tiempo que me propinaba un puñetazo en la maltrecha nariz.
Me ha encantado.
ResponderEliminarOjo con las variantes...ojo con las variantes...que tienen sus consecuencias...!!!
ResponderEliminarSaludos.