—¿Por qué no echamos una quiniela, a ver si nos hacemos millonarios?
—Yo es que ya soy millonario.
—Ah, vale. Perdona.
—No, no, de perdona nada. El dinero no da la felicidad, pero te convierte en un capullo integral. Por eso no te puedo perdonar.
—Oye, ¿tú eres imbécil?
—Completamente.
—¿Y los demás millonarios?
—Tampoco.
Suerte.
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