Como en un cuento de Borges, pero no exactamente, el portero pidió prórroga.
El balón se detuvo a escasos metros de la portería. Y no sólo el balón: los jugadores, el árbitro, el público en las gradas, todo el mundo se detuvo. El portero, también.
Se preguntó cuánto duraría.
También se preguntó si la expresión “cuánto duraría” (o “cuánto durará”, porque la formuló en futuro) era válida, dadas las circunstancias.
Se quedó en un partido interminable...
ResponderEliminarUn saludo indio