El carpintero monta en cólera al descubrir que su aprendiz le ha colocado a una silla las patas de una mesa, y viceversa. Serrucho en ristre, trata de arreglar el desaguisado.
—No volverá a suceder —dice el aprendiz. El carpintero le cree: con las extremidades cambiadas, le va a resultar muy difícil desgraciar otro mueble.
Y aunque fuera fácil, no creo que le queden ganas... Caray con el carpintero...
ResponderEliminarUn beso
Genial.
ResponderEliminarGracias, Patricia.
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