sábado, 13 de noviembre de 2010

viernes, 12 de noviembre de 2010

1.016. El autor dialoga consigo mismo (agradecimientos)

—Mil quince. ¿Y si lo dejamos en mil quince?
—Pero dijiste que escribirías mil diecisiete.
—Mil diecisiete, mil quince… ¿Qué más da?
—Sólo te faltan dos.
—Ya, pero es que ya no puedo más. Estoy seco. Y la musa me ha dejado.
—Entonces, ¿abandonas?
—No. Simplemente, me planto aquí. Escribo los agradecimientos y empiezo a moverlo.
—Oye…
—¿Qué?
—¿Y si… y si escribieras los agradecimientos como si fueran un cuento más?
—¿Cómo?
—Sí, puedes inventarte la historia de un autor a punto de tirar la toalla y, en un último instante de clarividencia, se ingenia una manera de convertir la página de agradecimientos en parte de la ficción.
—No sé…
—A ver, ¿a quién pensabas agradecérselo?
—Uf… A más de uno. Para empezar, a las once primeras personas (aunque seis de ellas sean la misma) que introdujeron comentarios en mi blog Elegí un mal día para empezar a fumar:* Núria Bermúdez, Carod-Rovira, Mis Padres, Fidel Castro, Emilio Butragueño, Yo, Mudito, La Prima de Fidel, Raúl Castro, Trumpet y Ariadna.** Y, por supuesto, a todos los comentaristas y seguidores de 1.017 cuentos, que se dice pronto, el blog; y a Pere Vives, por convertir algunos de ellos en microespacios radiofónicos de Papiol FM. También a Jose Gamo, porque me sugirió que pusiera una voz en off en “Jason y sus semejantes” cuando, en lugar de un cuento, pretendía ser un anuncio de Doritos.
—¡No digas marcas!
—¿Por qué?
—Porque no han pagado.
—Eso es verdad. Bueno, también quiero agradecerle a mi conciencia que me haya permitido samplear textos y personajes de Augusto Monterroso, Stan Lee, L. Frank Baum, Joan Manuel Serrat, Antonio Mercero, Gabriel García Márquez, Robert Louis Stevenson y tantos otros.
—De nada.
—Oye, que tú no eres mi conciencia. Eres mi álter gollum.
—Sin faltar, ¿eh?
—Se hace lo que se puede.
—Vale. ¿Ya has acabado?
—No. También doy las gracias a quienes han llegado hasta aquí, aunque sea saltándose cuentos.
—Y colorín colorado, el cuento mil dieciséis se ha acabado. Nos falta uno.
—Ya lo tengo: “La última hoja”.
—Ése pertenece a otro libro de cuentos.
—Un libro inédito.
—Inédito de momento.
—Bueno, sí. Pero supongamos que se publica. ¿Y qué? Además, ya he colado otros dos.
—Sí, pero tres es demasiado.
—Bah… Lo puedo retocar un poco. Como hizo Cortázar con “Casa tomada”.
—Tú no eres Cortázar.
—Tú tampoco.
—En fin. Haz lo que quieras.
—¿Lo que quiera?
—Eso he dicho.

Dicho y hecho. El autor se acerca sigilosamente a los hobbits, que duermen plácidamente.

Pero ésa es otra historia.

* www.lacoctelera.com/elegiunmaldia (es la versión antigua; la nueva es elegiunmaldia.blogspot.com). Por cierto, gracias también a Nata, Mel Alcohólica, Imma, Color Lili y Zero Neuronas por confirmar mis sospechas de que los elefantes no se columpian, sino que se balancean.
** Nadie es quien dice ser, excepto Yo (o sea, él), Trumpet y Ariadna.

jueves, 11 de noviembre de 2010

1.015. El hombre que quería publicar un libro con mil diecisiete cuentos

—Lo siento —le dijo el editor—, pero acabamos de cerrar un contrato para publicar un libro con mil dieciocho cuentos.
—¿Todos del mismo autor? —preguntó el escritor.
—Oh, sí. Son del tipo ese que ha inventado el Sudoku de Rubik y el Tetrisudoku… ¡Pero… ¿qué hace?! ¡Deje de darse cabezazos contra la pared, que me la va a manchar de sangre!

martes, 9 de noviembre de 2010

1.013. Antidisturbios II

En la segunda manifestación de antidisturbios sí se produjeron incidentes: los piquetes se enfrentaron a los esquiroles, que trataban de poner orden.

lunes, 8 de noviembre de 2010

domingo, 7 de noviembre de 2010

1.011. Momento crítico

—¡He creado un monstruo! —exclamó el doctor Frankenstein, ufano. Había jugado a ser Dios y había ganado.

La alegría le duró hasta la mañana siguiente, cuando leyó la crítica:

“Se le ven las costuras.”

sábado, 6 de noviembre de 2010

1.010. El canto del cisne de las sirenas

Tras el éxito de la Odisea, todo el mundo aprendió los trucos para escapar a los cantos de sirenas. Éstas no tardaron en quedarse sin existencias: los marineros aguantan muy poco bajo el agua.

Con el tiempo, las sirenas se dividieron en dos subespecies: las lesbianas y las necrófilas. Más tarde se extinguieron.

viernes, 5 de noviembre de 2010

1.009. Humor gráfico

—Muere, cabrón.
—Cálmate, joder, que sólo es un puto videojuego.


—¿Y éste? ¿Lo vas a descartar?
—No sé, ya veré.
—…
—¿Qué pasa? ¿No te gusta?
—No, no es eso.
—Si no te gusta, me lo dices y punto, ¿vale?

jueves, 4 de noviembre de 2010

1.008. ¿Cómo lo llevas?

—Bien.
—¿Y cuántos tienes?
—No sé… Mil… Mil siete.
—Sólo te faltan diez, entonces.
—Sí…, no sé. A lo mejor escribo algunos más, para poder hacer luego una selección.
—¿Qué quieres decir?
—Eso. Que si escribo más, puedo descartar los peores.
—No lo dices en serio, ¿verdad? Porque eso no es lo que habíamos acordado.
—Musas…
—Perdón, ¿qué has dicho?
—Nada.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

1.007. Sushi para todos

Los restauradores japoneses se mostraban recelosos. Y con razón: no podía salir nada bueno de un programa de televisión dedicado a difundir los secretos de la cocina japonesa. Ahora, decían, vamos a perder clientes: los españoles podrán disfrutar de nuestra gastronomía en sus propias casas (y no se referían, claro está, a la comida para llevar). Sin embargo, se equivocaban.

Aunque el programa fue un éxito absoluto, no desapareció la clientela de los restaurantes japoneses; al contrario: se cuadruplicó. La gente acudía en masa para aconsejar a los cocineros sobre cómo debían preparar el wasabi.

martes, 2 de noviembre de 2010

1.006. Duelo musical

A un lado, la sirena; al otro, el flautista de Hamelín. Gana quien consiga atraer más incondicionales.

Al concluir el duelo, no logran ponerse de acuerdo en quién debe ser proclamado vencedor: ¿pueden puntuar lo mismo mil ratas que mil marineros?

lunes, 1 de noviembre de 2010

1.005. Leo Messi

—Soy el Messi de la poesía.
—Venga ya… Ahora me vas a decir que has metido un gol que recuerda a uno de Maradona de hace veinte años.
—Mejor. He escrito un poema que es clavadito a uno de Baudelaire de hace ciento cincuenta años.
—Tío, eres un crack.