Aunque sólo había estado dos días fuera de casa, tenía el buzón más lleno que la maleta. Al abrirlo, algunas cartas me cayeron a los pies. He dicho cartas. No esas cartas del banco, ni propaganda…; bueno, de ésas también, pero menos. Cuando digo que había cartas quiero decir que había cartas: con su sobre, su sello, su dirección (es decir: mi dirección) escrita a mano. Los remites también estaban escritos a mano… Y eso era lo más extraño: algunos de los nombres pertenecían a personas de las que no había vuelto a saber nada desde, ¿cuánto hacía?, ¿diez años? Abrí uno de los sobres al azar, y entonces lo comprendí. Alguien había tenido la feliz idea de convocar una de esas cenas de antiguos compañeros de facultad. Los demás habían hecho sus correspondientes “contestar a todos”.
No sé, pero empiezo a estar un poco cansado de la realidad virtual. Donde esté el e-mail de toda la vida, que se quiten las cartas de papel.
viernes, 29 de mayo de 2009
484. El buzón
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2 comentarios:
Muy bueno, Al. A veces la evolución tecnológica nos hace involucionar.
Saludos lelos!
De eso nada... monada, donde esté un buen sobre, con sello y rubricado que se quite el emiliao o lo bailao que en este caso es lo mesmo.
Un abrazo.
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