Cuentan que alguien, al ver uno de sus retratos, le comentó a Picasso que el modelo no se parecía a su representación. “Ya se parecerá”, contestó el artista.
En eso pensaba el escultor protagonista de esta historia cuando, después de largos meses de arduo trabajo, concluyó su mayor obra.
Era una escultura llena de sensibilidad, un poema de mármol que lograba reflejar con absoluta fidelidad el alma atormentada del artista. Sin embargo, no había reflejado ni de lejos el cuerpo escultural de la modelo. Pero eso no debía importarle: se trataba de una obra cubista, casi abstracta.
No debía importarle pero le importaba. Él había querido hacer una escultura realista. Más cercana a Rodin que a Moore.
—Espera, no te vayas —le dijo a la modelo.
domingo, 5 de octubre de 2008
248. Arte figurativo
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