El lobo bebe del sucio charco hasta hartarse. Para ser un oasis, se dice, es bastante deplorable. Pero es lo que hay, y por lo menos ahora se siente más desahogado. Al sonido del gong, la imagen se desvanece. El lobo aúlla de rabia e impotencia, pero es demasiado tarde. La luna ya corre a esconderse y el licántropo retoma su figura humana. Toma carrerilla, se desliza por la empinada duna y, una vez abajo, se hunde. Una especie (mutante) de principio de Arquímedes para cuerpos llenos de arena.
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