Me dijeron que estaba loco. Que era una empresa disparatada. ¿Cómo lo llamaron? Un suicidio… un suicidio empresarial. Eso me lo dijo aquel tipo, aquel que había estudiado en la ESADE. ¿O era el IESE? Bueno, no sé; la escuela del Opus. Pero todo el mundo opinaba igual. Algunos no se atrevían a decírmelo directamente, pero se les veía en los ojos. No creían en mí. Nadie creía en mí. Sólo yo. Entendía sus reservas, pero no las compartía. Yo tenía un proyecto. Un sueño. Tenía un sueño y lo llevé a la práctica.
Ahora puedo decir con orgullo que he montado una cacharrería. Y no es una cacharrería cualquiera. Es la primera cacharrería montada por un elefante.
lunes, 17 de noviembre de 2008
291. El emprendedor
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