A través de la mirilla veo una puerta; frente a la puerta, de espaldas a mí, hay un hombre. Debe de estar mirando por la mirilla. Aunque no le veo la cara, me resulta extrañamente familiar. De hecho, se parece a mí. Incluso podría ser yo mismo.
Se me ocurre que puede haber oculta una cámara a mi espalda. Pero estamos en el siglo XIX, de modo que ha de tratarse de otra cosa. Un juego de espejos, tal vez.
El hombre se da la vuelta. Me mira. Es yo.
jueves, 4 de diciembre de 2008
308. La mirilla
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