Por fin, Penélope encontró a la persona que destejía su sudario por las noches.
Era Teseo, que aún no había superado lo de Ariadna.
—¡Pobre infeliz! —exclamó Penélope—. ¡Se paró tu reloj infantil!
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Los últimos días de Clark K.
Finalista del
Premio Bubok 2009
A la memoria de los elefantes
AUGUSTO MONTERROSO, “El dinosaurio”
Obras completas (y otros cuentos)
JAVIER MARÍAS, “O que yo pueda asesinar un día en mi alma”
El País Semanal, nº 1.600, 27 de mayo de 2007
6 comentarios:
Ja ja ja...no puedes hacer estoooooo!!
¡claro que puede! no olvides que Teseo me abandonó en Naxos... pues ahora que sufra
Aviso: el comentario de Ariadna contiene SPOILER. O espóiler.
yo diría: impecable!
Gracias, Pame.
Por cierto, se me ha olvidado decir que parte de este cuento no habría sido posible sin la inestimable y desinteresada (además de involuntaria) colaboración de Joan Manuel Serrat.
Publicar un comentario