Los vecinos esperaron. Sabían que en cualquier momento el negocio se iría al garete. Un elefante que montaba una cacharrería era como un puerco espín que abría una fábrica de preservativos. La cosa no podía acabar bien.
Pero pasaron los días, las semanas y los meses. Y había pasado un año, y la cacharrería seguía funcionando. Y funcionando bien.
Cansados de esperar, los vecinos entraron en la cacharrería con palos de golf.
martes, 18 de noviembre de 2008
292. El emprendedor II
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1 comentario:
Lo de siempre. Algunos queman libros.
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