En las farolas, en los árboles, en los semáforos, en los portales, en los escaparates, en los correos electrónicos, en las páginas web, en los periódicos, en los telediarios, en los cartones de leche… Aquel rostro estaba en todas partes.
Arcimboldo nunca habría imaginado que uno de sus retratos iba a ser visto por tanta gente, y en tantos sitios. Y, aun suponiendo que hubiera sido capaz de imaginar algo así, jamás se le habría pasado por la cabeza que tal cosa sucedería justo cuando el cuadro había desaparecido. La recompensa, por cierto, era muy elevada.
La ladrona lo iba a tener muy difícil para sacar el cuadro del país. A no ser que lo dividiera en cómodos bodegones.
sábado, 11 de abril de 2009
436. Se busca
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