Imitaba a todo el mundo. Artistas, ministros, toreros, payasos, aristócratas, deportistas, futurólogos, taxistas, estanqueros, prostitutas, sacerdotes, policías, dentistas, recaudadores… Los imitaba a todos y a todas horas. Bueno, a todos no. Había una persona a la que no era capaz de imitar: él mismo. No sabía imitarse a sí mismo porque no tenía un gesto (un deje, una muletilla, un tic) propio.
El otro día me pidió que dejara de imitarlo. Se lo pide a todo el mundo.
martes, 7 de julio de 2009
523. El imitador
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5 comentarios:
Has descrito a buena parte de los "cómicos" nacionales.
que forma tan brillante de decir lo ordinario.
Saludos desde méxico
Qué me imite a mî!!!
Pîdeselo.
Besos
(!): Ése es el primer paso para imitarlos. O no.
Jesús: Gracias. Y bienvenido.
Zarzamora: ¿Y cómo te puede imitar? ¿Llorando a todas horas por los rincones? ;-)
El microcuento me gustó, pero me reí más con tu respuesta al comentario de Eva.
Saludos lelos a los dos!!!
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