La iniciativa partió de Diciembre, siempre tan propenso a las obras de caridad. En seguida fue secundado por Enero y Marzo, a quienes les pillaba más de cerca. Mayo, Julio, Agosto y Octubre tampoco tardaron en acoger la idea con entusiasmo. Después de todo, ¿qué les costaba a cada uno de ellos desprenderse de cuatro horas? Sin embargo, Abril, Junio, Septiembre y Noviembre se mostraron reluctantes. Ellos, a diferencia de sus colegas más desprendidos, sólo tenían treinta días. Si encima renunciaban a cuatro horas, la desigualdad seguiría existiendo. Además, dijo Septiembre, ¿qué pasará con los años bisiestos? Si le damos cuarenta y cuatro horas (cuatro por once meses) a un Febrero de veintinueve días, éste acabará teniendo treinta días más veinte horas, un día más que los meses de treinta días (que se habrían quedado con veintinueve días y veinte horas). A los meses de treinta y uno tampoco les hacía gracia que un menesteroso como Febrero se uniera al club de los meses largos.
La propuesta de Diciembre acabó siendo desestimada.
martes, 20 de mayo de 2008
112. Cuatro horas para Febrero
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