El veintiocho de febrero pasado me acosté de cara a la puerta. Eran casi las doce, y apenas había cerrado los ojos cuando noté una fuerte sacudida. Abrí los ojos, encendí la luz de la mesilla. Me encontraba de espaldas a la puerta. Esto vino a confirmar una vieja sospecha: que todos los años son bisiestos. Lo que pasa es que nadie se acuerda. Tres de cada cuatro veintinueves de febrero son borrados de nuestra memoria. ¿Por qué? ¿Qué es eso que no quieren que recordemos? No lo sé.
Y, francamente, prefiero no saberlo.
viernes, 23 de mayo de 2008
115. Todos los años son bisiestos
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