El novelista se despertó con un sobresalto.
Hacía tiempo que se había marchado Calíope, tanto tiempo que ya casi no recordaba su verdadero nombre. Sin embargo, no estaba solo.
Lo supo a pesar de la total oscuridad y el absoluto silencio.
Al cabo de una breve eternidad, encendió la luz de la mesilla.
A su lado, sobre las sábanas, estaba la hoja en blanco.
domingo, 4 de mayo de 2008
96. El miedo
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