Le sucedió al amigo de la amiga de un amigo mío. Había ido al hospital a visitar a una pariente (nada grave). Subía solo en el ascensor, cuando éste se detuvo en la tercera planta. Las puertas se abrieron. La planta estaba totalmente oscura: ni siquiera había una luz de emergencia. Entró una chica en pijama, una paciente. Las puertas volvieron a cerrarse. La chica estaba muy pálida; tanto, que el amigo de la amiga de mi amigo le preguntó si se encontraba bien. Ella no contestó, pero le preguntó a qué planta iba. A la once, le contestó él. Qué casualidad, dijo ella, y le contó que, hacía muchos años, en la planta once había muerto una chica. No la habían ingresado por nada grave, y la gente no sabe si murió por la anestesia, o por lo que le hizo el anestesista mientras estaba dormida. El ascensor volvió a detenerse. Las puertas volvieron a abrirse, esta vez en una planta perfectamente iluminada: la once.
—Me bajo aquí —dijo el amigo de la amiga de mi amigo. Al salir del ascensor, oyó a su espalda la voz de la chica:
—Yo sé por qué murió.
Se dio la vuelta antes de que las puertas volvieran a cerrarse. La chica seguía dentro del ascensor.
viernes, 30 de mayo de 2008
122. La chica del ascensor
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