Las campanas tocan a misa de doce. Todo el pueblo se moviliza, despacio pero sin pausa. Parecen zombis acudiendo a una llamada impía. De hecho, son zombis. Grupos de no muertos subiendo las cuestas y desfilando por las calles angostas. Son las doce de la noche y van a misa. No saben muy bien por qué. Tal vez por un irracional sentimiento de culpa. Tal vez porque anhelan creer en una vida más allá de la no muerte. Tal vez porque es lo que siempre han hecho. Tampoco es que importe demasiado. No tienen muchas distracciones.
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