Funes, el personaje de un cuento de Borges, tenía una memoria tan prodigiosa que, con tiempo y ganas, podría haber reconstruido la película de su vida fotograma a fotograma.
Gerardo no era Funes (ni yo soy Borges). Su memoria era prodigiosa, sí, pero sólo para los números. Esto no le había supuesto ningún problema; al contrario, no tenía que preocuparse por perder la agenda telefónica.
Una noche, escuchando los resultados del sorteo de los ciegos, Gerardo descubrió que el número ganador lo acababa de ver aquella misma mañana: él iba corriendo para no perder el autobús, y lo había visto sin detenerse, de refilón. Desde aquel día, compró todos los cupones que se encontraba. Por si acaso. No los buscaba, pero cada vez que veía un número (aunque lo hubiese visto durante una décima de segundo, era un número que no iba a olvidar en su vida), se obsesionaba con la idea de que pudiese tocar. Y lo compraba.
Ha pasado un año. Gerardo acaba de estrellar su coche contra una administración de lotería.
martes, 24 de junio de 2008
145. Memoria
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2 comentarios:
This is for És.
ok, al. lo he pillado!
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