Recuerdo cuando era niño y mi padre me hablaba con nostalgia de los deliciosos caramelos que le daba su abuelo.
Y nunca olvidaré cuando, años más tarde, mi propio padre le daba a su nieto (mi hijo) aquellos caramelos que nunca probé.
Ahora veo a mi nieto, reconozco el odio en su mirada, y entiendo lo que debía de sentir el miserable de mi abuelo.
sábado, 5 de abril de 2008
51. A nadie le amarga un dulce
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