Me sucede en el trayecto de Castro Barros a Plaza de Mayo. Un vendedor pregona la utilidad de una linterna. Cuando el metro se detiene en la siguiente estación, el vendedor se apea sin haber vendido nada. Al arrancar de nuevo, las luces se apagan. Y nos quedamos parados en la oscuridad del túnel.
Dos días más tarde. El mismo vendedor (creo que es el mismo) alaba las bondades de un rotulador que permite detectar billetes falsos. Media hora más tarde, en la tienda, me pagan con un fajo de billetes falsos (aunque eso no lo descubriré hasta el día siguiente).
A la semana próxima, vuelve a aparecer el vendedor (el de la linterna, el del rotulador o ambos a la vez). Esta vez glorifica las virtudes de una estampa de la Virgen. Yo, que estaba decidido a comprarle lo que fuera, me retracto. ¿Para qué quiero una estampa de la Virgen? Al llegar a la plaza de Mayo me pregunto qué me va a pasar ahora.
lunes, 9 de junio de 2008
132. Subte
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1 comentario:
Buenos Aires no ha cambiado, te lo aseguro.
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