Penélope estaba desesperada. No había forma de acabar el maldito sudario. Cada mañana se encontraba con que alguien le había deshecho la labor del día anterior. De este modo, jamás conseguiría volver a casarse. Y no sería por falta de pretendientes. No obstante, parecía que alguien no quería que ella contrajera matrimonio. ¿Quién? Penélope no tenía enemigos. A no ser que… ¡Claro! Tenía que haberlo imaginado antes. Telémaco. Sólo podía ser Telémaco.
No lo podía culpar. Era normal que el muchacho echara de menos a su padre. Pero aquello no estaba bien… Tenía que hablar con su hijo. Sin embargo, no lo podía acusar así como así. Necesitaba pruebas.
Se pasó la noche junto a la cama de Telémaco. El chaval dormía, aunque tenía un sueño intranquilo. Se despertó una vez, pero no se levantó. Sólo se hizo una paja y se volvió a dormir.
Al amanecer, Penélope estaba muerta de sueño. Con pasos mecánicos se dirigió al telar. Allí estaba el proyecto de sudario. Habían vuelto a deshacer la labor del día anterior. Pero Telémaco no había podido ser. Entonces…
Aunque estaba muy cansada, Penélope tuvo la suficiente lucidez para preguntarse si en la mitología griega había duendes.
miércoles, 11 de junio de 2008
134. El sudario
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2 comentarios:
Y sí, los hay. Sino quién?
¿Nadie? ;-)
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