El señor Soto volaba hacia la capital. A primera vista, aquél era un viaje rutinario de negocios, pero el señor Soto no había subido a un avión desde los cinco años. De modo que, aunque no dejaba de ser un viaje de negocios, para él no tenía nada de rutinario. Por culpa de aquel viaje, llevaba seis noches durmiendo poco y mal; la séptima noche había dormido menos y peor. Los días no habían sido mejores, pero cuando el avión despegó se le pasaron todos los males. Y los había olvidado por completo cuando, en pleno vuelo, se fijó en la nube.
El señor Soto sabía poca cosa de nubes, pero aquélla tenía algo especial: era una nube blanca y esponjosa, sutil como un arrullo de espuma: un cúmulo de jirones delicados: el exquisito capricho de una climatología azarosa: suave marejadilla inaprehensible y dúctil: pintura volátil sobre un lienzo imposible: borrón albino de matices etéreos: vals silencioso de cielos vieneses: sueño ligero de un soplo de viento: seno de lluvias: vaivén insustancial de alboradas en vela: embeleso sereno como dulce de feria: infinitas variaciones de una muda melodía, sección de brisas: amor efímero: espirales de espirales de espirales de espirales: sortilegio de agua, hechizo de aire: ufana melancolía: gloria a un dios en las alturas: polución diurna y alevosa sobre mundos suspensivos: nebulosa fugaz, un deseo: capitel jónico de los arrabales elíseos: sino de lluvias: aliento liviano de suspiros golosos que, a falta de miel, beben los vientos por un sol haragán: murmullo inefable: un leve movimiento: una mirada fulminante, cargada de electricidad: un presagio de tempestades: una pregunta intempestiva, imperativa:
—¿Le importaría dejar de mirarme?
El señor Soto se volvió abochornado hacia la ventanilla.
domingo, 6 de abril de 2008
54. Una nube pasajera
A A.M.
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2 comentarios:
cómo me gusta este cuento... besos desde las nubes :)
Cómo me gusta que te guste.
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