Tú mismo.
El abuelo, como le llamaban sus compañeros de la Universidad de Long Beach, había escrito estas dos palabras en una de las paredes del dormitorio.
Tú mismo.
Aún recordaba la cara que pusieron sus amigos cuando les dijo que iba a retomar sus estudios. Aún recordaba las carcajadas. (¿Tú también, Lucas?) Pero no podía culparlos. Un hombre casado, con seis hijos, un trabajo. ¿Por qué lo había hecho? ¿Qué quería demostrar?
Tú mismo.
Las palabras estaban escritas encima de su viejo trineo marca Rosebud. No quería demostrar nada. O quizás sí, pero sólo a sí mismo.
Tú mismo.
Había pensado que sería un camino de rosas. Después de todo, no era Telecomunicaciones. Sólo era Cine. Se trataba de hacer películas, y eso nunca se le había dado mal. La teoría tampoco suponía ningún problema: a su edad, había visto mucho más cine que la mayoría de sus profesores.
Tú mismo.
El problema era el Proyecto. El Abyecto Proyecto. No sabía qué película iba a presentar. Había pensado en la de los dinosaurios. Tenía efectos digitales, buenas interpretaciones, y la fotografía y el montaje eran más que correctos. Por no hablar de la música. Quizás no era su mejor trabajo. No era mejor que la de los nazis, desde luego, pero por lo menos no estaba rodada en controvertido blanco y negro. Y la del extraterrestre ya estaba muy vista.
—¿Y si presento Parque jurásico 2?
—Tú mismo —le había contestado su Director de Proyecto.
miércoles, 19 de marzo de 2008
2. El abuelo
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